Vuelvo

Vuelvo al vacío de mi casa,
donde, una vez, habitó la vida.
Donde la fragancia fresca
de un París de bocas y besos,
galoparon, sin rumbo,
en las estaciones color burdeos.

Vuelvo a mis calles
con la soledad enlazada
a un amor disperso,
ataviada de ese dolor
de llanto callado.
Intentando cerrarle
los ojos al alma
para que el peso,
en mi desolado pecho,
sea, cada minuto, un poco menos.

Llegó el tiempo de abrir la puerta,
para mover, una vez más, al destino.
Allá dejo las horas inquietas
donde la lluvia parecía brillar
sobre un mar encendido.

Ayer pletóricas primaveras de amor,
hoy emigran con alas de luto,
y tragando nudos de soledad
me propongo seguir existiendo.

Ahuyento, aun quebrada la voz,
el correr de tu río de espinas,
para que no entre amargo andante,
al abrir esa casa vacía.

Quiero entrar en ella
en ráfagas de viento fresco,
sin ese nunca terminar
habiendo acabado,
sin ese nuevo vacío; reino de pasajeros.

¡Recuerdos, te suplico olvido!



Foto extraída de Google


Y yo que creí

Y yo que creí
en esa verdad del amor
la que se enciende con un beso,
la que no separa y apaga,
donde no hay orgullo ni dueño.

Esa verdad de gestos sencillos,
de corazón sin muros,
la de sin poderío,
la de te amé y te amo,
la bienamada.

Y yo que creí...

Fuiste mi amor
de esa eternidad certera,
donde amarte no era un sueño.
Donde el cielo era tus ojos
y el mar su reflejo.
Donde la luz, intransigente,
se tornó en noches
de dulce aroma
e ilusiones sin remedios.

Y yo que creí
en te amos temblorosos,
como estrellas a lo lejos,
cada vez que me perdía en ti
abrazada a tus silencios.
Levantándome a mí misma,
sintiéndome enorme
por dentro.

Pero sólo fui una pausa,
un fragmento, un cuerpo...
Un suceder oportuno
para calmar tormentos.
Falsamente destinada
a crecer en tus espinas.
Desterrada de tu alma...
Ceniza a la ceniza.

Y yo que creí
que tu infancia era mi infancia,
entre calles de naranjos
y esperas en las esquinas,
donde tu mano florecía mi mano
sin el roce de la desdicha,
sin palabras que envenenan
aquellas primaveras
que prometías infinitas.

Y yo que creí
en la voz de tus silencios.
En tus amaneceres al viento,
recostada entre tus brazos
como azules del océano.

Y ahora soy
una semilla en tierra árida.
Un amargo caminar
sacudida por la añoranza,
buscándome en la oscura soledad
para nacer o morir,
en esta noche de sombras,
donde rompen
en mis ojos, devorantes aguas rotas.

Y yo que creí
en la verdad de tus manos llenas,
del amar sin mentiras,
en el sosiego de lo cierto.

Y ahora soy
como ola desnuda al viento,
herida, derramando otoños,
sin fragancias de rosas rojas,
agrietando los recuerdos.

...y con negro pincel dibujo
el final de no creer estar viva,
en tu muerto sentimiento.



Foto extraída de Google



No me pidas que te ame de a poco

No me pidas que te ame de a poco,
porque de a poco no ama
este corazón indomable,
cargado de palabras
sosteniendo esperanza.
Apretando esos sinsabores
de tus ausencias tan largas.

De a poco...
Yo soy dolor y tormento
cuando me haces invisible
en la memoria de tu tiempo.
Soy herida sangrante.
Un vestido roto y viejo
empujada a la melancolía
de tus días desiertos.

No me pidas que te ame de a poco
porque me despides en rincones,
y este sentir vive sin tener remedio...
Muero si te pierdo
y si te pierdo, por dos veces, muero.

De a poco...
No tengo mañana
cuando me dices te quiero,
ni se abren melodías
como claros de luz en el cielo.
Ni la distancia
se hace transparente e inmóvil,
no pasa de una vida a otra,
para que se detenga el tiempo,
y así, junto a tu pecho,
dormida... despierto.

No me pidas que te ame de a poco
porque acrecienta la razón de mi amargura.
De a poco se vive.
De a poco se anda.
De a poco se sueña...

De a poco no se ama
porque amarte de a poco es perderte y...
muero si te pierdo
y si te pierdo, por dos veces... muero.

No me pidas que te ame de a poco
porque amar... no es medida del tiempo.



Foto extraída de Google